Llego a ver lo que no quería ver jamás.
Llego a sentir esas cosas tan extrañas, pero que antes ya las había sentido.
Y llego a comprender que no podría comprender ni en mil años
que todo este juego (que no sé a qué va) tenga algún sentido (que no sé cuál sea).
Me pongo a pensar; trato de obtener esa tranquilidad de espíritu;
pero como si hubiese un caos dentro de mí,
como si estuviese el tiempo perpendicular al espacio (espacio eterno y tiempo cero),
desespero y me gustaría verle de nuevo aunque solo sea para sonreírle.
Y yo tan olvidado, tan olvidándome, en tanta penumbra, tan apagado.
Y él quizá mereciendo mi aún existente vida y yo la suya acabada.
Y yo conversando con quien sea (con nadie) de lo que sea (de lo que se pueda)
y tratando de consolarme con cualquier frase mundana y vacía aunque sea.
Y el pobre durmiendo, soñando cosas demasiado maravillosas,
cosas que no puede soñar una persona común, una persona vacía
(solo cuerpo y no espíritu), cosas tan supremas que no tienen entendimiento humano,
cosas que sueña un espíritu ya sin cuerpo, un espíritu libre de vida ya.
Hasta siempre, Paulo.
05/12/07
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