domingo, 24 de mayo de 2009

3.061.- Siete defectos humanos.

1.- Falta de solidaridad.

No puedo evitar ver todos los días
la falta de solidaridad de cada ser humano.
Estoy dolido de que la humanidad
ponga otras cosas por sobre la ayuda
desinteresada.
Me duele también
esa falta de iniciativa
por eliminar problemas
que afectan a todos y no solo a unos.
Me gustaría entregarlo todo.

2.- Inmadurez en el pensamiento.

Y, luego, ver todo un planeta destruido
duele en lo más hondo y pocos saben cuánto;
usar la demás vida para satisfacer
necesidades que más parecen caprichos,
dividirnos el mundo,
apropiarnos de cada metro cuadrado
que pudiese existir
sin consultarlo a nadie.
Podrían decir que nadie está a la altura,
pero cuánto nos valemos de ese pretexto.
¡Ha sido así por tantos siglos!

3.- Hipocresía –Diferencia entre nuestros ideales y nuestros actos–.

Todos amamos a Jesucristo,
y los que no, pues no son seres humanos;
como decía: todos amamos
la bondad pura, exenta del más mínimo
píxel de maldad.
Pero nadie está dispuesto
a llevar una vida como la de él.
Simplemente nos ponemos a decir
lo que debiera hacer,
nos llenamos de ese espíritu
y todo lo que dejamos con críticas, ideas,
pero nunca un hecho, un peldaño.
Yo me incluyo.

4.- Dinero y la ambición.

¿Hay algo que no pueden comprar las monedas?
¿No hay acaso un ser tan noble
de dar en este instante
todo lo acumulado en dinero
sin quedarse con nada?
Nos hemos dejado influenciar por la ambición material.
No soy ningún comunista
y quizá con el tiempo
llegue a amasar una fortuna,
pero aseguro que nunca perderé el alma
y en un momento dado lo daré todo
por resolver un problema de verdad.

5.- Individualidad y egoísmo.

Se habla de «nosotros» y de «unidos»,
pero sabemos que miramos solo por cada uno,
sabemos que dentro de un propósito, el que fuese,
siempre buscaremos nuestro propio beneficio.
El estar en un grupo o hablar de unidad
es solo la máscara para velar
por nuestros propios intereses.
Vivimos por nuestro ego,
y si alguien pide ayuda, si esta no nos provee nada,
la negamos, ¡de qué manera la negamos!

6.- Dejadez y somnolencia.

No hay nada más triste y poco provechoso
que ser un dejado y dormirse.
Nada se rescata del letargo que suprime.
Y, sin embargo, andamos tanto
y nos cansamos mucho más de lo que andamos.
La modorra es poderosa y nosotros tan débiles,
pero recuerda: la voluntad es lo más poderoso
que existe sobre el universo.
Deja de sobrevivir, ¡dedícate a vivir!,
encuentra el motivo, encuéntrate a ti mismo
porque la vida continúa aun así tú estés muriendo.
Y la muerte es cruel, más con los moribundos,
más con los que han perdido la fuerza
y juegan a la ironía de perder la vida
mientras es tanto el potencial de vivir.

7.- Negación de amar.

¡Cuán profundo y grave es este defecto!
¡Cuántas razones existen para que se dé!
¡Cuánto es que se disfraza el temor
y nos lleva a perdernos del milagro de vivir!
Cuánto, hermoso ser humano, acallamos
y guardamos adentro, nos forzamos a suprimirlo,
envenenamos el alma y envanecemos la existencia.
¡Cuánto, mi precioso hermano,
obviamos de la vida al evitar amar!
Cuánto, apasionado ser humano,
se pierde y nos perdemos por miedo...
Es mejor vivir expuesto, con el corazón en la mano,
que vivir a medio cocer y de puntitas y de reojo.
Es mejor que nos dañe el sentir
que dejar de apreciar el milagro de amar.
El ser humano es un ser de amor;
y el amor es la razón del por qué vivimos.

24/05/09
29/01/14

3.060.- Lo vano de perder los sueños.

Qué vanos y qué tontos
nos hacemos conforme envejecemos.

Yo empezaba a buscar la belleza del marco,
olvidándome del cuadro.
Me hacía aburrido, tedioso, material.
Me volvía una máquina y un ser insensible.
La sinceridad iba quedando tras
una gruesa capa de polvo.
Y los sueños... pobres de mis sueños.

Cientos morían en esta peste.

¡Qué duro es crecer!
crecer mal, digo.
Debería de conservar el mismo espíritu,
soñador y risueño, que es mi espíritu.

Quizás alguien haya llorado por mí
y yo no haya podido derramar
ni siquiera una disculpa.
Quizás Dios haya cerrado los ojos
para evitar ver en lo que me iba convirtiendo...

Quién creería que de niño
uno es más apasionado que de joven,
solo que en ese entonces
no se sabe a dónde evocar tanta vehemencia.

Y ahora, aunque aún estoy algo desubicado
y no sepa a dónde llegar
ni qué hacer ni si podré
hacer los miles de sueños que aún quedan,
me gustaría caminar y avanzar,
pero me doy cuenta, también,
de que me encuentro en un hoyo,
en un circuito cerrado
que se llama: «falta de acción».
Y me vuelvo un ser intangible,
cojo, manco, mudo, despellejado y en cuarentena.

24/05/09