sábado, 25 de octubre de 2008

3.045.- Ya no reniego de esta humanidad.

Ya no reniego de esta humanidad,
de mi condición de ser humano.
Ya, al sopesar, no encuentro
que ser humano es más mal que bien,
y que el amor
es comerse toda esta basura y amar lo malo.

Ya no creo en ti, sucia conciencia inescrupulosa, errónea.
Tampoco creo en seres perfectos,
impugnables, impecables
(¿será que he vivido solo en piaras de inmundicia?).
Ahora todos están clasificados:
uno por acá, el otro por allá
y ninguno dentro de lo que yo creía «perfecto».

Aun así, con magnánimos errores aún,
les he aprendido a querer,
les he aprendido a entender,
y he aprendido que yo soy como ustedes,
que soy malo como ustedes, que soy bueno como ustedes,
que soy humano como ustedes, que pienso como ustedes.

25/10/08

viernes, 24 de octubre de 2008

3.044.- Tristeza.

Hoy llovizna. Hace frío y una húmeda melancolía.
Caen indivisibles gotas de garúa sobre superficies grises.
Y el vaho de mi aliento luce tan triste.
Y las luces de los postes yacen tan amarillas, tan dormidas.

Hoy mis anteojos empañados observan el matiz sufrible de la vida,
lloran los cristales, se quejan las posaderas.
Y tristes mis labios, antagónicos, entre ellos se apretujan
y cae una lágrima.

Los automóviles rompen la tristeza que llora
como queriendo huir de su tristeza propia.
Y la infelicidad de los faros potentes, ¡infelices faros!,
golpean con odio mi gris soledad.

Luego alguien circula,
alguien que llora en el alma una tristeza infinita,
alguien que ha aprendido a disfrutar de la tristeza
y a recordar en ella todo lo que la alegría olvidó enmarcar.

Yo volteo. Esa persona me mira y en la mirada
se tiende un puente de tácita agonía, de oscura gratitud.

24/10/08

miércoles, 22 de octubre de 2008

3.043.- Dios y Vallejo.

Muchos saben que Vallejo nació un día que Dios estuvo enfermo
y que murió un día en el cual, en París, lloraba,
pero no saben que vivió días en los que Dios amó
y amó a Vallejo por ser quien le juzgue, quien le muestre.

Dios amó a Vallejo, su hijo predilecto,
su hijo que a grandes voces le hacía recordar quién era,
qué estaba mal y qué debiera estar bien,
qué haría a Dios un mejor dios, un dios más humano.

Dios, a la vez, le enseñaba el frío metal de la vida,
aquel que corta, que protege, que yace en las alturas;
le enseñó que los seres humanos, como él, sufren, duelen,
sienten gran amor hacia los demás o hacia sus intereses.

Le enseñó que, si todos los hombres de La Tierra trabajaran juntos,
lo imposible sería posible, lo humano sería divino.
Y Vallejo le enseñó que los hombres pueden ser humanos y más humanos aún.
Y Dios estuvo feliz.

¿Qué habría sido de Vallejo sin Dios y de Dios sin Vallejo?

22/10/08

lunes, 20 de octubre de 2008

3.042.- Perturbadora visión.

Diáfanas cortinas traidoras, bondadosas.
Mágicas OEMs que dibujan esa figura en mis pupilas.
Plata rosa de muslos marcados.
Cafés lechosos que me miran.

Desde el frente: concavidad larga, convexidad, (obviemos esto),
pequeña concavidad para dar realce a esa convexidad subliminal,
concavidad en radio mayor, hiperboide, luego nace otra convexidad divina
que varía en radio de curvatura, de menos a más, y luego sinusoide.

En suma, caigo en cuenta que lo convexo es divino,
pero solo si se le realza con lo cóncavo.
Y, pues, ¿qué mejor concavidad que la creadora de universos?,
¿y qué mejor convexidad que la mía?

Con sus manos como viento sobre la brisa,
encallando en montes, encallando y zarpando en montañas;
llego a ver ¡auroras tropicales!, y llego a sentir glucosa en la sangre,
vaho que sale de mi piel, de mi aliento y luego... un profundo vahído.

20/10/08