sábado, 15 de noviembre de 2014

6.031.- Memoria de un lamento.

Y recordé que le temía a las despedidas,
a lo macabro de no poder decir un «hasta pronto»,
a lo triste y lúgubre de un adiós indefinido,
a la pesadilla de quebrar el hilo que nos enlaza.

Hice algo que no creí hacer jamás en ningún aspecto de mi vida:
evolucioné instantáneamente desde una emoción cavernícola
hasta un acto tumefacto y sobrio, sublime.
Sin embargo, nada es suficiente y, por tanto, nada es necesario.

Desde una intención que no se sabe expresar
hasta un final de una historia sin igual.
Es tan casto el amanecer desde un corazón pasmado
que solo percibe cómo es que el caos corroe todo impíamente.

Nunca es tarde; nunca existe un final, realmente.
Solo quiero no escuchar el estruendo del paraíso cayendo;
y la melodía de mi corazón que no pierda el paso.
Enfocarse en el daño de las espinas de la rosa jamás sirve.

15/11/14