jueves, 17 de abril de 2008

3.032.- El por qué no enamorarse del amor.

Enamorarse del amor
es una ilíada sosa,
una odisea sin fin.
Es, en vez de un puñado de rosas,
un puñado de espinas.
Es como una fruta
que se come despacio
y que te acaba con cada mordida.
Es una crucifixión aprobada
como la de Jesucristo.

Enamorarse sin querer que te amen
es una ironía absurda,
es un triste martirio
que, aunque parezca eximiamente platónico,
es una barbaridad de vencido
sin sueños, sin vida,
con llanto, con pena.

Enamorarse y luchar porque te amen,
suena lógico, aceptable;
denota la fuerza y brutalidad
de ese sentimiento
que a la vez es tan tierno y dulce y desprendido.

El mostrar que el amor es un volcán en erupción,
tal vez parezca vulgar e insipiente,
pero ¿quién ama con delicadeza?,
¿quién cree que siendo un esclavo
conseguirás ser el dueño de su corazón?

Aquel que crea que existiendo solo para quien ama
será todo para esa persona,
está muy equivocado.
Le verá (ella) con desprecio. Le lastimará.
Le hará tragar el olvido, la desolación.
Será un triste títere
del que ella no dejará de burlarse,
y ella aprenderá a ser cruel, villana, infame.

Y condición de vencido he aprehendido,
condición de esclavo, auto-ofendido,
auto-maltratado, sumamente rebajado,
desesperadamente triste, cruelmente burlado,
tétricamente tranquilo, extrañamente vivo.

17/04/08