Mi ser se entristece
cuando esa madre llora
aspirando su dolor,
creando sonidos desdichados,
conteniendo unas lúgubres frases
que harían a la humanidad entristecerse,
a sus hijos entristecerse,
a aquella otra madre entristecerse,
a aquel padre entristecerse,
a aquella otra sensible mujer entristecerse,
a aquellos que son hijos entristecerse,
a aquellos huérfanos y sin prole entristecerse.
Mi corazón intenta consolarla,
pero su llanto es tan desconsolador,
y tiene el alma triste
por haber perdido una parte de su ser,
a alguien que estuvo nueve meses en su vientre
y que jugaba a sincronizar ambos latidos,
que cuando nació la miró a los ojos
y le dijo desde la mirada
que un mundo nuevo esperaba,
y cuando creció la llenó de orgullo
y hoy se convertía en un héroe...
y lloré desconsoladamente.
Alguien más se acercó
y también lloró desconsoladamente,
vino uno más, otro, alguien más, muchos al fin
y también lloraron desconsoladamente.
En eso el hijo muerto despertó,
miró lentamente a su madre
y le dijo que la amaba, que él no moriría,
que no llorara más y que se levantaría,
y le regaló una sonrisa dulce, de paz, de amor;
y la madre dejó de llorar, sonrió,
miró al cielo y agradeció al Amor;
y el Amor devolvió el agradecimiento
llenando de un tibio gozo mi corazón,
el corazón del salvado
y el de todos los testigos de tan sublime milagro.
14/05/11
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