Le temo al demonio
que permanece dentro de mí
tan invariable y lleno de espinas
que también duelen.
Le temo a lo oscuro de mi ser,
a lo que puedo perder,
a todo el hastío y orfandad
que puede dejar su paso.
Le temo a lo otro, a lo contrario,
a la más infinita agonía,
al círculo vicioso de oscuridad,
al monstruo invencible que suele resaltar.
Le temo a lo más insalubre, al evento final,
al último y máximo enemigo.
Le temo a la desdicha de la incongruencia
del alma profunda e hiriente.
18/11/15
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