El tintineante arrojo de un yelmo forzado
que tristemente ha colapsado en llanto
justo frente a tu mirada, sin más que decir,
apenado, acaecido, arrepentido y sin saber qué.
Y es casi indecente la declaración de tu felicidad.
La parca impaciencia que me ha consumido
no sabe apreciar la bendición que ha sucedido.
El relámpago nunca fue tan oscuro; ni el trueno, silencioso.
Y ya cuál será... no importa; carece de cualquier atisbo
de moral y existencia la sequedad del alma tuya.
Es tan impenetrable el fuego inextinguible.
El fin es un misterio absoluto y, al parecer, sin final.
Y no quiero mostrar más sobre la paradoja
del sinsentido de este capítulo que nada dice
y solo indica que siempre aparece una tormenta,
así el valle sea calmo, perpetuo, insípido y sin agonía.
04/07/15
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