miércoles, 25 de febrero de 2015

6.037.- Decía que ya no se negaría a la realidad.

No sabía el momento exacto
ni la región delimitante.
Érase un ignorante del mundo,
del mundo tan igual y tan inhabitable.

Érase una pieza que a veces sumaba,
otras restaba, pero siempre no era más que ello.
Sabía algo, quería algo, creía en algo,
tenía fe en algo y quería tener la certeza de aquello.

Sin embargo, sus lados, sus oasis,
sus planes, credos y sueños
siempre estaban en un lugar equivocado,
siempre tenía en el alma el dolor de lo ilusorio.

Decidido a dejar de sentirse engañado
quiso destruir su conciencia y su alma con un puñal.
Y, luego, mientras limpiaba el puñal, se consolaba:
«La vida es una mierda. Que se joda el destino».

25/02/15

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