Todo placer tiene cierto dolor implícito;
toda gloria tiene algo de infierno.
Es así lo antagónico de la existencia,
la más sublime aberración.
Toda alegría tiene cierto desconsuelo,
y dentro de ello cabe un poco de misterio.
Lo que se ama y se quiere, a veces,
conlleva a odiar un poco, a un poco de desprecio.
Todo momento fatuo, rimbombante, esplendoroso,
lleva consigo una pizca de humillación.
Y lo que se acostumbra es simular ceguera,
malversar el destino, crear una cúpula silente.
Toda gran noticia, hazaña y honor
tiene un tenue sabor a prevaricación.
Y lo cierto es que no es que se busque esto vano,
es intrínseco al solo hecho de respirar.
La vida misma muchas veces existe
a raíz de lo que muere o va muriendo lentamente,
infecciosamente como una maldición
propia y exclusiva del hecho de nacer.
13/09/14
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