Yo era un hombre que lo dudaba todo;
hasta dudaba de si estaba vivo o solo lo aparentaba.
Dudaba de lo que sabía; dudaba de lo que no sabía.
La duda era mi principal función.
Yo era un ser humano y lo dudaba tanto.
No podía creer que lo satisfactorio sucediera.
No podía pensar, siquiera, en que el propósito
llegase a concluir en éxito, en realización y en gloria.
Yo era una fe del mundo, una promesa inquebrantable,
una esperanza sin final, un pregón de los soñadores,
un sabor que se queda en la boca y sabe a ozono
y, sin embargo, lo dudaba tanto, tan poco creía.
Inclusive dudaba de mis dudas y eso fue mi salvación.
Comencé a creer tácitamente, pero al menos creía.
Comencé a creer en un sueño, y eso ya era bastante.
Comencé a soñar entonces y, entonces, terminé creyendo en mí.
04/04/13
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