Hablando de existencialismo, se oye el mugido
del ídolo sin llanto que una vez reclamó el elixir
que mantiene latiendo un corazón.
El mugido es mudo y solo se oye si hablamos del ser.
Y percibiendo una nada de suspiros, de tórridos soplidos,
puedo alabar a un cielo, a un mago, a un enviado o iluminado,
puedo decir algo, puedo expresar algo que se oye
y no se dice, que se come y no se deja, que se bebe y no se deja.
Sin embargo, no se cuecen ni los tomates ni se perfilan los adentros.
Sí se espantan los observadores de tu desnudez y locura.
Y te miro porque me sorprende la vastedad de tus ideas.
Te observo. Creo observarte. Sé que te observo. Aprendo.
Entonces, solo un fuego arde: tu mirada loca, tus ojos de miedo.
Eyaculo un trasto de cintas del alma. Comprendo tu vivencia. Respiro.
Existe un momento posterior que sabe a pasado
y ubico tus manos dentro del corazón mío, lastimándolo.
22/02/13
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