domingo, 16 de diciembre de 2012

5.017.- Desde un «adiós» hasta un «no sé», hasta un «no fue» y viceversa.

Solo quiero sentir la punta del dedo gordo,
la punta que no siento desde hace tiempo.
Algo así como tu corazón que, si late,
late en silencio y muy lejos.
Tan lejano que, si por ahí retumba,
mi corazón no será capaz de sentirlo.
Y ya el tuyo se ha ido
y yace el mío entumecido,
esperando un minuto de luz
de adentro.
Ya el mío yace y no despierta
adormilado, soñando, imposible.

¿Y si por un momento vuelvo a darme cuenta
de que respiro?
Me pregunto qué pasaría...
Tal vez desaparecería al envanecer mi ser;
tal vez te llamaría desde el respirar
por el corazón, por la distancia,
por la cercanía, por el saludo evitado,
por tu sonrisa tenue y leve
que yace dentro de mi corazón que también yace.

Los momentos insipientes
éstos.
Las agonías crepusculares de tus adioses
(aquellos que se repiten tantas veces
y tú ni siquiera sabes de éstos).
Los fenecidos recuerdos de un futuro
que no se hizo esperar y partió.
Las lánguidas reminiscencias de aquella tarde.
Los fulgurantes soles que acaecieron
y la luz que nació desde tu mirada.
Un presente.
Un pasado.
Un no futuro.
Un no presente.

Y así es.
Así despierta el alma de una fantasía evocada.
Y
ambicionada la dicha
de tener lo que no se tiene.
Y
menospreciada la dicha
de tener lo que se tiene.

Luego de tan poco y de no haber sido,
el eclipsado horizonte va mostrando la luz del sol

y la oscuridad vuelve a ocultarse

y se pierde de a pocos, quién sabe a dónde.
Y se va para volver otra vez
un día.

16/12/12

No hay comentarios:

Publicar un comentario