viernes, 2 de marzo de 2012

4.052.- La conclusión de mi teología.

Dios, debía plasmar esto que llevo dentro.
Y me dirijo no a mi dios, sino al dios
de cada creyente, de cada corazón tierno
que deambula en el mundo y sobrevive débil.

Sencillamente, ningún paliativo ya es capaz
de hacerme creer, de refutar lo que brota de mi mente,
de acallar tantas dudas y envilecerlas,
de vestirme de confusión y decirme que es divinidad.

Las pruebas (pruebas según mi yo infantil)
que solía hacerte, cuando no quería dejar de creer en ti,
no son más algo capaz de poder engañarme,
y ya no sé de nada que me haga querer creer en ti.

Ya no, solamente, no creo en pedazos de la biblia
o en algunas iglesias que no son más que artefactos
de la ambición de algunos hombres malos;
ahora ya no creo ni en el propio Jesucristo.

Me gustaría poder, un día, demostrar que existió,
que fue un hombre magnífico y que, como tal,
es un ejemplo de lo que un hombre puede llegar a ser,
y no el hijo de un dios que parece ser cruel.

Me gustaría poder, un día, decirle a la humanidad
que los dioses son ellos y que dejen de sentirse inferiores
a una invención creada por algunos
que necesitaban poder y que no les importó hacer daño.

Sueño con que los seres humanos sean libres totalmente
y confíen más en ellos mismos que en el azar,
que logren ver que todo lo que les acontece en la vida
depende en gran parte a sus decisiones y no a designios de un irreal.

02/03/12

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