domingo, 29 de septiembre de 2002

1.058.- Agonía.

Este día es más oscuro que cualquier otro.
Hoy he sabido la verdad.
Hoy mi vida finalizó
como un perro agonizante que, después, muere,
pero que después de muerto
tiene la esperanza de vivir.

Hoy mi corazón se oxidó,
se rompió y quedó un hoyo,
un hoyo doloroso, muerto, vacío;
adentro de ese hoyo se encuentran
esas palabras, ese sentir,
y está rodeado por un amor puro,
por un amor tan lleno, tan dulce,
tan sincero, tan bondadoso,
tan especial, tan sentido, tan amor.

Me siento triste, pálido y feo.
Me siento muerto, tan muerto
como una morgue, como un cementerio
cuando es de noche.

Esas pocas palabras me atravesaron
como balas, el corazón.
Palabras o sentir que me mata,
que me sumerge en la sangre,
en el vacío, en la tristeza,
en la pérdida de algo
que nunca fue mío.

El desamor siempre me acompañará,
siempre estará recordándome
que ella no me amó,
que yo no pude conquistar
a la única diosa de la cual me enamoré.

¿Por qué me tuve que enamorar
de quien no me amaba,
de la más bella, de la más simpática,
de Delia Rosa Ramírez Orellana?

Gran vacío, gran desamor de ella a mí.
Pero ese desamor está rodeado
de ese gran amor de mí a ella;
todo esto está dentro de mi pobre corazón.

Qué gran pérdida a ella,
a ella que nunca fue mía.

29/09/02

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