sábado, 14 de septiembre de 2002

1.055.- Xenofobia.

*Palabras finales de un ser correcto que muere
para luego volver a nacer como ser humano.*

Soy extraño;
todos lo saben,
toda esta humanidad
¡Ay! ¡Qué tristeza!

Todos creen que soy extraño,
pero ellos no saben que ellos son los extraños;
ellos son extraños porque
su administración es injusta,
en sus vidas no existe amor sin hipocresía,
en sus vidas no pueden hacer algo
si no se les es provechoso.
¡Aprovechados, injustos e hipócritas!
Malditos todos los injustos, malditos todos ellos,
¡Malditos de nuevo todos estos malditos hipócritas!
¿Y para qué?
¿Para qué fingir y vivir?
¿Para qué vivir
si al final vamos a morir,
si al final no vamos a existir?
¿Para qué vivir marginado,
excluido, entorpecido,
despreciado, odiado
y junto a
personas que no hablan
con la verdad, con lo que piensan,
con lo que sienten?
¿Para qué estar acá,
lleno de decepciones,
sin ninguna persona que te ame,
enamorado de quien no te ama,
vivo en vano?
Al menos,
si no sabemos para qué vivimos,
deberíamos hacer, de este corto periodo,
un periodo que nos haga felices
y que haga felices a los demás.
Deberíamos construir con verdad,
como muchos lo quisieron,
pero no lo hicieron.

¡Ay, Mundo! ¡Qué decepcionante eres!
Mi espíritu quiso alentarme,
como si fuese un medio de defensa,
ante esta inevitable dejadez,
pero no puede;
he decidido seguir así
para pensar sobre este mundo,
sobre este tipo de vida,
de estos locos.
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
¿Por qué este mundo?
¿Por qué esta vida?
¿Por qué yo?

Nada es hermoso;
nada es bello ya.
Decepción, tras decepción,
tras decepción, tras más decepción
se acumula y me ahoga,
me asfixia, me oblitera
y me evapora.
Otra tristeza más en mi vida;
otra vez esto.
A veces me pregunto
si, al nacer, Dios o quien sea,
se confundió y me mandó
a esta dimensión, a este mundo.
Debieron haberme mandado
a un mundo
en donde me pueda encontrar con otros como yo,
en donde reine la paz, la justicia, el amor y la verdad.

Amor, amor;
esa palabra de cuatro letras,
esa triste palabra que ilusiona
y que, luego, decepciona.

Si yo fuese feliz...
Si yo fuese feliz
trataría de contagiar al mundo
mi alegría,
trataría de hacer vivir bien
a los demás,
trataría de no dejar de ser feliz
hasta morir,
aunque no sé para qué.

No sé por qué esta vida,
este espacio,
este territorio,
esta mezcla de sentimientos,
esta mezcla de ideas,
esta mezcla de personas,
esta mezcla de nada.

Me gustaría morir,
pero mi familia sufriría;
solo ellos porque solo ellos me quieren.
Pero no llorarían mucho,
se dirían: "Para qué
llorar por alguien que no vale nada";
en realidad, no dirían eso,
pero eso es lo que espero
ya que no me amo
ni me ama alguien.
Maldito sea el amor;
maldita sea esta vida
y maldito sea este mundo.

Si volviera a nacer,
desearía volver convertido
en suricato,
dentro de esa buena administración,
en esa vida tan ordenada,
en esa vida tan llena de amor y justicia.

Ahora debo tratar de ser
el que hubiese estado
en mi lugar,
si Dios, o quien sea,
no se hubiera equivocado
al momento del génesis;
suplantaré a ese gran hombre
que es llamado:
Carlos Adrián Bonilla Espejo.
El amor va relacionado a la vida
porque el amor conlleva al fin,
al sufrimiento y decepción;
y la vida conlleva al fin,
al sufrimiento y muerte.

Amor y vida:
dos palabras que me odian.
Paz, justicia y amor:
tres palabras
que son de mi interés.

Estoy alejado de este mundo,
solitario, tan solo,
con un lapicero y un cuaderno
que se ofrecieron servirme
solo si yo pagaba
su precio a su vendedor.

Maldito este mundo,
nadie me quiere,
nadie me comprende,
nadie sabe nada.

Esta es la tercera vez que me pasa esto
y la primera, que es por amor.

13/09/02

No hay comentarios:

Publicar un comentario