lunes, 9 de abril de 2018

7.035.- Apología al amor puro y funesto.

El lujo de pensar en 36 mayos
no es más que eso: un lujo.
Y no es lo peor que uno puede esperar;
la vida muchas veces te golpea ahí,
en el lugar más sagrado,
en el lugar menos esperado.
La infelicidad está ahí,
mordiendo cada vestidura,
mordiendo todo aquel atisbo de felicidad.
Y el ser se ve tentado a resignarse,
a desfallecer lánguidamente,
pedazo a pedazo
como si no hubiesen mañanas,
como si todo lo otro
finalmente estuviese aquí presente,
como si lo anverso del existir
corroyera cada parte, cada todo...
no hay más.

El escupitajo que te da la vida,
con desprecio casi siempre,
otras veces tratando de explicarte
que no le importas, duele.
Y ni el dolor es suficiente.
Y ni el existir es suficiente.
El pundonor del horror
mortero y circunstancial,
que no hace más que recordarte
que cada cual es el rezago
de sus casualidades,
que está ahí cómplice de todo lo otro,
de lo inesperado
que no tiene nada de magia,
nada de nada, nada de nada, de nada,
es cruel y no mira ni de soslayo;
y suavemente se ríe sin mirar siquiera;
y suavemente te deja la amargura
y el desconsuelo.
Ya está; ya es así;
no hay nada que se pueda cambiar.
La alabada esperanza
ha de ser muy fuerte
y soportar esto para un mañana,
rezago de cada sonrisa en una mesa,
donde todo pintaba a ser eterno,
donde fui feliz y creía
que ningún mañana mezquino
opacaría aquel momento
que es un recuerdo de hace mucho ya.

Y no hay más, es cierto,
a pesar de todo, a pesar del cuánto
y de todo aquello cualitativo
que era lo mejor, que hoy no es nada.
Y no hay un fin, también es cierto.
Lo práctico me lleva a dejar de lado
aquello que no ayuda,
pero lo imperecedero
me subyace eternamente a ello
y no encuentro más paz
que dejar gran parte mía atrás.
El tercero de nosotros tres sobre la mesa,
que reíamos, que éramos felices,
que pintábamos para ser un cuadro eterno,
un cuadro que se fue corroyendo
con cada día tras día,
desde aquel día en el que fui testigo
de lo sinsentido, de lo obvio,
pero que jamás hubiese querido saber;
aquel día en que todo mi pasado
estaba al descubierto y era erróneo;
y supe sobrellevarlo
gracias a la ayuda de muchos
a los que agradeceré siempre.
Y, sin más historias,
éste es un fin, pero un inicio también.
La lección ha sido crasa,
de estos acontecimientos,
y en tan alta rigurosidad
como para no olvidar jamás.

09/04/18

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