martes, 2 de julio de 2002

1.026.- Para la sensibilidad del ser humano.

No lloren.
No estén tristes.
No sufran.

Les voy a contar mi historia,
pero no lloren.
Voy a contarles la etapa más
triste de mi vida, pero no estén tristes.
Voy a contarles el sufrir puro,
este dolor y sufrimiento que
va aún más allá de la muerte.

Esta es la historia, pero no sufran:

Otro ser humano me destroza;
otro ser humano es insensible
y me tortura el corazón,
me destruye la vida,
me hace comer del polvo infernal,
me hace ver de lejos la gloria,
y, luego, me vuelve a meter al infierno
y me hace comer más polvo cada vez.

Ese ser humano me agarra del cuello,
sumerge mi cabeza en la sangre del desaliento,
me patea el cuerpo mientras
mis ojos están sumergidos.
Saca mi cabeza y pienso que dejará
de patearme, pero me equivoco...
¡me sigue pateando!
Y sumerge, de nuevo, mi cabeza en la sangre,
pero esta vez me suelta y me hundo.

Ese ser humano es insensible,
es altanero, es orgulloso,
es mi verdugo, pero lo amo.
Ese ser humano me tiene a sus pies,
arrodillado, soportando todos sus golpes,
todos sus desprecios, todo su odio.
No sé por qué me odia,
si yo no le he hecho mal alguno,
al contrario, yo amo a ese ser humano
con el corazón en lo más íntimo de él.

Ese ser humano no me da oportunidad alguna.
Ese ser humano me mata y me sigue matando
aún después de muerto.
Qué fea historia, pero más fea aún es vivirla
en carne propia.
Esto es algo que nunca me pasó,
es más feo de lo que algunos precisan,
es más feo que imaginárselo.
Ni siquiera alguien muy imaginativo
podría sentir esto.

No estén tristes, afortunadamente
soy yo el que sufre y no todos ustedes.
Este amor ya me mató hasta el amor propio,
pero el amor por ese ser humano
siempre está ahí como un arma de ese ser humano,
un arma para acabarme
y esta arma sí que es muy efectiva...
¡me está matando sin piedad!

02/07/02

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