¡Respira!
Levanta el rostro
y date cuenta de que el sopor
era aquello que decía «imposible».
¡Suspira!
Mira el horizonte
y date cuenta de que idealizabas
y eso te hacía pensar en que era eterno.
¡Sonríe!
Llena el corazón de paz
y date cuenta de que la necesidad
hacía que la busques en cualquier rostro.
¡Ama!
Olvídate del dolor
y date cuenta de que, en realidad,
eso no cambiaba nada: ni sumaba ni restaba.
30/12/11
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